Blogia
ENTRE LÍNEAS

La eterna niñez

La eterna niñez<p>

En determinadas ocasiones la nostalgia nos remonta tiempo atrás, transportándonos a aquella risueña e idílica época de la niñez, ese periodo vital que parece ya tan lejano y que con el paso del tiempo vamos guardando en el desván de nuestros recuerdos como si fuera un trasto obsoleto y anticuado.  Las inevitables desavenencias que conlleva  de forma inexorable el viaje hacia la madurez son las causantes de este apartamiento paulatino de la infancia. Sin pedir permiso, se introducen en nuestras vidas ineludibles responsabilidades, obligaciones insoslayables, apremiantes tomas de decisiones, necesidades y ambiciones económicas...aspectos que van oscureciendo esa colorida y luminosa aureola que envolvía nuestro universo infantil...donde los problemas no existían, donde el aburrimiento y la monotonía eran seres extraños y desconocidos, donde la amargura únicamente significaba que había que añadir más azúcar, donde jugar era nuestro arduo trabajo diario, donde hasta el más ínfimo matiz de nuestro alrededor nos producía un profundo e intenso sentimiento de admiración... ¿No sería increíble cerrar los ojos y volver a ese mundo de ensueño? Los pequeños impedimentos de la realidad hacen que este retorno no sea factible y, aunque lo fuera, tampoco querríamos obviar los gratas sorpresas que nos va deparando el paso del tiempo, a pesar de que haya que compartirlas con otras menos agradables. Sin embargo, sí tenemos a nuestro alcance la posibilidad de mantener siempre en nuestro interior un hueco donde reir a carcajadas y regalar sonrisas sin la necesidad de un motivo que las impulse, un momento para jugar exentos de horarios y reglas, un lugar para dejar rienda suelta a nuestra más pura e inocente espontaneidad, aquella que no atiende a condicionamientos como el pudor o la vergüenza... y seguir siendo un niño. Quizá muy distinto, pero el mismo niño.

1 comentario

Admiradora Secreta -

Pues sí, Juli, sí...
Muy bueno el artículo.

Y mejor aún ese tiempo en el que... ¿cómo decías? La amargura sólo significaba que había que añadir más azúcar.

Aún así, yo no volvería atrás, por nada del mundo. Cada época vital tiene su encanto.

Yo, en esta en la que estoy, le dedico al día unas horitas a esto de seguir siendo un poco niña, a huir de las multitudes, a cantar con mi propio estilo, a hacer las cosas por mí misma y desde el corazón, a preocuparme más por lo artístico que por lo comercial, a mirar a ambos lados antes de cruzar, a hacerlo por mí misma, a no comparar mi interior con el exterior de otros, a ir a buscar a mis amigos, a no necesitar parafernalias... He dicho ya lo de hacerlo por mí misma??

Eso es ser niño, no?