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ENTRE LÍNEAS

París, le belle ville

París, le belle ville <p>

Destino imprescindible marcado en sinfín de itinerarios de rutas recomendadas, ciudad inspiradora de bellos versos e intensas prosas, musa de artistas de diversa índole, lugar que inunda de emoción las bocas que describen el recuerdo de su visita a París, le belle ville. Con estas premisas, se antoja ineludible un viaje para comprobar con ojos vírgenes tales manifestaciones. 

Cada uno de nuestros parpadeos desvela una imagen merecedora de ser captada por una fotografía que plasme lo que se presenta ante nosotros. La majestuosidad invade cada uno de los rincones, desde sus monumentales edificaciones hasta los más ínfimos detalles. No apta para vagos, los eternos paseos que alternan inabarcables avenidas con estrechas callejuelas, se hacen más amenos gracias a los constantes regalos visuales que nos relajan por dentro y nos deleitan por fuera.

 

Se perciben llamativos contrastes que avivan nuestros sentidos. Tras caminar por zonas tan diáfanas y amplias que son imposibles de contemplar en su totalidad, paramos en un restaurante parisino donde las mesas se ubican tan próximas unas de otras que con extrema facilidad podríamos probar del plato del comensal de nuestro lado. Aunque sí, mejor degustar nuestro propio menú. Todo a un módico precio, módico para bolsillos selectos. Podría decirse que nos sentimos en lugar íntimo, sin ninguna intimidad.

 

Sin obviar las citas de rigor con la embriagadora Notre-Dame, la amante metálica Eiffel y el imponente Sacré Coeur, quizá el punto álgido esté constituido por el mágico Sena. En sus orillas se descorchan botellas de buen vino al son de sosegadas conversaciones, enmarcadas por el fluir de aguas que entonan paz y calma. Los atardeceres en sus inmediaciones desencadenan explosiones de júbilo y sellan uniones eternas.

 

Un molino rojo marca el rumbo nocturno. Con reflejos de un turbio pasado y destellos de un presente próspero, dirige los destinos de personas procedentes de mil y un lugar. En sus alrededores el sexo se exhibe sin tapujos, síntoma de que aquí, como en cualquier otro sitio, somos esclavos del placer. Grata esclavitud. Y en el molino rojo de antaño se trasforma la habitación minúscula pero rebosante de pasión en la que nos alojamos… Buenas noches. Je t’aime!

1 comentario

alfredo -

Bonito artículo sobre una de ls ciudades más maravillosas que he visitado. No debemos olvidar un paseo por el Quartier Latin para descubrir, entre otras cosas, dónde nació la revolución francesa