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ENTRE LÍNEAS

Sin perder de vista el origen

Sin perder de vista el origen <p>

La abstracción absoluta que experimentamos al vivir en la ciudad nos induce en muchas ocasiones a olvidar o simplemente desconocer el origen de muchos de los productos que consumimos diariamente. Muchos de ellos proceden del campo, sí de ese humilde y fructífero espacio que a ojos de la urbe parece ocultarse y desaparecer. Y es que España, por mucho que haya evolucionado en los últimos años, sigue siendo un país eminentemente agrícola. Aunque es obvio que no voy a descubrir nada del otro mundo, sí me gustaría acercaros alguna de las prácticas rudimientarias que los agricultores de nuestro país siguen llevando a cabo a aquellos que nunca habéis tenido la oportunidad de vivirlas en directo. En concreto, me refiero a la recolecta de la aceituna, una labor ancestral que desde niño he practicado en un pequeño pueblo de Extremadura, donde pasé mi infancia.

 Aunque la recolecta de olivas, como todos los procesos, ha experimentado una mecanización a través de la introducción de nuevas tecnologías, en este caso la modernización es más lenta, por falta de recursos o tal vez porque muchas personas  lo hacen a nivel familiar para obtener algún beneficio extra y no lo plantean como un negocio, considerando además que lo tradicional es lo mejor para la conservación intacta del olivo. Y, en efecto, es así como año tras año mi familia lleva a cabo esta labor. El periodo de la recolecta se desarrolla en pleno invierno, entre noviembre y enero aproximadamente, cuando el fruto alcanza su plena madurez. Los utensilios utilizados son una "vara", un palo de unos dos metros, con el que se golpea al olivo para que caigan las aceitunas sobre los "ropones", unas redes que se colocan debajo como depósito donde se acumulan las aceitunas. No todas las aceitunas aguantan en las ramas hasta el momento de su recogida y caen al suelo antes de tiempo. Éstas, por supuesto, también se recogen...sin ningún misterio, con las manos. Además las caídas prematuramente son las que más y mejor aceite proporcionan después.

Aparentemente el trabajo es sencillo y poco costoso. Podría explicar la dureza que realmente tiene esta labor, pero creo que la respuesta que dió el ciclista Roberto Heras en una entrevista sobre cuál era la parte más dura de su deporte es bastante explícita: "El ciclismo es muy duro, sí, pero nada comparado con lo mal que lo pasaba cuando de niño iba a recoger aceitunas con mi padre". En efecto, se produce un cúmulo de circunstancias adversas: el frío caracterísitico de las fechas que se acentúa en campo abierto, la presencia de piedras en el suelo que dificultan el libre movimiento de las manos, los tirones de espalda al golpear ramas altas...Pero no todo es malo, el aire que se respira es un auténtico regalo para los pulmones, el débil sol invernal se siente más grande y luminoso, la comida al mediodía embriaga súbitamente al hambriento paladar y, sobre todo, te hace recapacitar y valorar que los alimentos y el dinero, no caen del cielo. Disfruta lo que tienes al máximo, pero sin perder de vista el origen.

1 comentario

Diego -

¡Cómo se nota que te encanta ir a "varetar" olivos! La verdad es que todos los trabajos en el campo son muy duros. Implican un gran esfuerzo físico y enfrentarse a las inclemencias meteorológicas, mucho frio en invierno y mucho calor en verano. No somos conscientes del trabajo que conlleva para los agricultores el hecho de que nosotros podamos comer todos los dias.

Sigue así Julián.