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ENTRE LÍNEAS

La magia de la humildad

La magia de la humildad

Más allá de análisis técnicos del preciosista juego desplegado por la selección española en este Mundial, algo que dejaré a los múltiples expertos de todos los rincones del planeta que estos días buscan concienzudamente los secretos esbozados en las pizarras de un tal Vicente, me gustaría recalcar mi visión de esta victoria como el triunfo de los valores de unos deportistas que, por encima de todo, han demostrado ser unos cracks como personas.

Porque estos chavales son un grupo de colegas, que bromean y se vacilan entre ellos, que se pican jugando a la pocha y a la Play, que no han perdido la esencia y en ningún momento han olvidado de donde vienen, no se dejan llevar por la ansiedad de las masas en los megalómanos estadios en los que juegan a la pelota y se muestran como si aún lo hicieran en las calles de su barrio. Saben que el estruendo de miles de vuvucelas no es nada comparado con la bronca de aquella vecina que les ponía a parir por haber roto el cristal de su ventana con un pelotazo.

Porque cuando se discutía sobre dobles pivotes, si el tiki-taca estaba desapareciendo, si había que jugar con uno o dos delanteros…ellos seguían a lo suyo, disfrutando de una oportunidad única, valorando cada momento como algo especial e irrepetible, unidos por la emoción de tener en sus manos la posibilidad de lograr algo grande, ajenos a la prepotencia y al favoritismo. Sólo había que echar un vistazo al banquillo en cada partido para hacerse una idea de la complicidad reinante dentro del grupo. Cada patada dejaba huella en las 46 piernas de nuestros internacionales, cada jugada era dibujada con antelación en la mente de los 23 elegidos, cada gol dejaba sin voz sus gargantas, y las nuestras, las de todo un país rendido e implicado como si también estuviéramos participando en la gesta sudafricana.

Y como no podía ser de otra forma, el barco estaba dirigido por un tipo entrañable, un salmantino de tranquilidad pasmosa, un buen hombre que siempre ha sabido transmitir sus ideas desde un corazón repleto de nobleza, enarbolando un estilo basado en el talento, la humildad, la entrega y el fair play...ese gran desconocido.

Hasta el premio de concebir el tanto definitivo se le concedió a quizá el más representativo de estos valores. Un fenómeno con aspecto del niño que nunca rompió un plato ni levantó la voz a nadie. Ni falta que le hizo. Andresito dejará grabado para la posteridad en nuestra retina el momento más memorable que recuerdo, ese gol dirigido desde el alma hasta la red fue apoteósico, brutal. Y cuando ya subíamos con él al cielo, su detalle en la camiseta recordando a su fallecido amigo Jarque, volvió a enseñarnos que los verdaderos genios son terrenales. Sufren, sienten, lloran, creen…y jamás olvidan aquello que les deja huella en sus vidas. Nosotros no nos quitaremos ya en ningún momento de nuestro recuerdo a un tal Iniesta y sus amigos. ¡¡¡Qué grandes!!!

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